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domingo, 19 de mayo de 2013

Tienes paz interior?


Por Andrés Elías
@andreseliascom

Quedarme en casa

Así era yo, un fiestero incansable, desde la preli hasta el after, no concebía quedarme un fin de semana en mi casa. A raíz de mi conversión mis métodos de diversión cambiaron radicalmente. El alcohol se convirtió en cola, la discoteca en Frutabar, la música en tenues notas armónicas. Traté de vivir según predicaba, pero exploté.
Durante tres años, trepidantes, obtuve una sensación de plena alegría por vivir un estilo de vida “diferente”. En un mundo acostumbrado a proponernos incesantemente el sexo, la moda y la vanidad como normas, yo, vivía alejado de estos patrones. Mi razón: Dios.

Tras algo que llamo, mis vacaciones espirituales, caí en las trampas de la presión social, me di ciertas licencias. De un momento a otro, no me reconocía. Mi escala de valores estaba centrada en lo social y por lo tanto actuaba en consecuencia, pero algo me despertó.

Thank God its Friday
Un día, mientras estaba en casa, me sentí como dirían por allí, como un “diablo en botella”, esa expresión, literalmente me calzaba a mí. Odié aquel Viernes. Mi casa era una prisión, quería salir a juerguear. Aquel día la providencia actuó de forma misteriosa: mis amigos –todos- estaban en la playa, mis amigas (¿). En definitiva, no tenía nada que hacer.
Me di cuenta que algo me faltaba, que no estaba completo, ¿Qué había cambiado?, hasta hace tres meses, no tenía problema en pasar un Viernes en casa, y ¿ahora qué?

“Me di cuenta que me hacía falta paz interior.”

Aquella misma noche, deje de quejarme y me enfoqué en mis bendiciones.

Me di cuenta que era verdaderamente afortunado de poder pasar en casa solo esa noche porque muchos no tienen casa.

Me di cuenta que soy un favorecido por tener manos para tomar un libro cuando hay tantos mutilados.

Me di cuenta que es maravilloso poder siquiera contemplar en mi interior cierto resquicio de apatía existencial porque, soy afortunado de vivir.

Es maravilloso quedarme en casa, cuando hay tantos desamparados que no tienen dónde ir. Me di cuenta aquel viernes que me había enfocado en lo que me hacía falta no en lo que ya tenía. Que no puedo definirme por la cantidad de amigos y fiestas que tenga sino por mi valía personal y mi integridad. Me percibo a mí mismo como una persona espiritual y no debo borrar esa idea que tengo  con juergas de media noche.

Soy afortunado porque tengo a quien amar, porque puedo vivir, sonreír y soñar.

Estoy agradecido porque tengo un Dios en quien creer, cuando hay tantos que no lo conocen, ni tampoco tienen Fe. Sobre todo, Es maravillo queridos amigos, tener tanto que pedir y tanto, tanto que agradecerte...

Ahora disfruto estar las noches en casa.

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