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domingo, 9 de junio de 2013

Vencí la tensión nerviosa. Parte 2



Por: Andrés Elías
Síguelo en Twitter: @andreseliascom

Nadie puede entender lo que le pasa a una persona con crisis de ansiedad sino quién la padece. Comenzó siendo un muy buen año, pero de pronto sobrevino el quiebre emocional, y una vida normalmente plagada de triunfos personales y cotidianos se convirtió en ruinas. El espejo me devolvía una imagen desencajada de quién, una mirada temerosa me hacía prever que estaba pasando por una crisis emocional.

¿Qué realmente sucedió?

Durante los últimos seis años he llevado una vida relativamente ordenada, católico practicante, miembro y dirigente de grupos y organizaciones laicales, miembro activo de la parroquia, habitual a los sacramentos, esmerado estudiante, buen enamorado, buen hijo, aficionado a la escritura y lectura, en fin, la vida me sonreía.

Repentinamente, los cambios se acumularon unos tras otro, e, intenpestivamente la homeostátasis de mi vida se desconfiguró. Mi ruptura emocional con la persona que me iba a casar, la pérdida de mi suite en una zona cómoda de Guayaquil, la pérdida de mi automóvil por malas inversiones, la pérdida de mi trabajo bien remunerado.

Intenté ganarme la vida como agente de bienes raíces y logré salir adelante un tiempo, pero, luego la cosa no funcionó

Deseaba que otro cambio radical me devolviera la inspiración, aspiraba estudiar en España, las cosas no se dieron, de última hora tuve que cancelar mis trámites de visa; luego apliqué para la visa canadiense, me la negaron.

Pareciera como que la estabilidad de la que tanto yo me reconfortaba se hubieses esfumado. A pesar de mi alborozo, del estrés, de la depresión, jamás perdí de vista a Dios, pese a lo extremadamente cansado e insomne que ya vivía, apareció un nuevo dolor inmenso…

Un día haciendo ejercicios de alto impacto, sentí un fuerte tirón en la rodilla, el ejercicio era lo único que me había servido de terapia para los días más aciagos de mi vida. Me diagnosticaron rotura de ligamentos cruzados anteriores. Mi única terapia para mantenerme sano, el deporte, lo último que me quedaba, me era retirado. Estuve meses en rehabilitación.

La noche que sufrí la lesión, toda mi alma se derrumbó, lloré amargamente. Cuerpo, alma y espíritu, supuestamente con las que tenía que amar a Dios, desarrollaron un aspecto sombrío y depresivo.

El dolor era horrendo casi ni podía caminar. Luego…la lúgubre depresión. En los peores días de mi estado emocional no salía de casa y me había habituado a la penumbra de mi hogar.

Mis ahorros, el único respaldo con el que contaba, se fue agotando. Fui presa del terror, empecé a vender mis artefactos electrónicos, televisores, celulares, etc. Mis mejores amigos no tenían idea de lo que pasaba, solo mi madre estuvo a mi lado para soportarme. Me sentí solo y cerca de mí, no hubo nadie que me tendiera una mano. Fueron varios meses, que solo recuerdo como un período de obscuridad.

En Mayo, por fin algo que me ayudó

¿Porque después del más maravilloso año de mi vida, mi cuerpo y mi mente se habían derrumbado? ¿Qué había ocurrido?

En los meses que siguieron aprendí mucho de la depresión, estrés y ansiedad. Siempre nos enfrentamos a una exigencia o excitación desusada, peligros reales o imaginarios, provocados o no por uno mismo.

EN un momento de pánico, ansiedad o estrés nuestro cerebro se pone alerta. Al instante las funciones vitales se aceleran: Adrenalina, factores de coagulación y combustible, azúcares y grasas inundan el torrente sanguíneo y el corazón trabaja con más fuerza que los otros órganos para que se apresuren en la elaboración de dichas sustancias. Para enfrentar la urgencia, se acelera el metabolismo y la respiración, todo reacciona: los músculos folículos pilosos, piel, intestinos, glándulas, hígado, pupilas, huesecillos del oído medio. Incluso llegamos a despedir cierto olor. Si es de miedo hasta los lobos lo pueden reconocer.

Lo sorprendente es que las reacciones al estrés no se circunscriben solo a los momentos difíciles. Hasta la felicidad puede causar estrés, como ocurre cuando viene un nuevo hijo o un mejor empleo, situaciones como estas, nos estimulan a cambiar nuestras costumbres. Disfrutamos provocando este “estrés positivo” en los juegos, el trabajo, las películas de horror; y encontramos intolerable una existencia que carezca de la vitalidad de un “buen “estrés.

Pero el exceso de tensiones, ya sea lentamente o de golpe, no se puede resistir demasiado tiempo sin que sobrevenga el desgaste natural. Al final aparece la enfermedad del cuerpo, de la mente o de ambos, dependiendo nuestros puntos vulnerables.

Que podemos hacer al respecto?

Necesitamos hacernos cargo de nosotros mismos, el deporte y la buena alimentación sirve igual o mejor que los ansiolíticos. Deberemos modificar hábitos de vida.

Empecé una dieta baja en grasas y azúcares, y rica en frutas y proteínas, de cuando en cuando tomo una copa de vino.

Retome el ejercicio que no fueran exigentes con mi rodilla, nadaba, hacía espining. EL ejercicio es un esplendido escape para destruir el estrés, reduce el colesterol, despeja la mente y fomenta el sueño. Además, la práctica de ejercicios espirituales produce las sensaciones opuestas al estrés.

Yo había creado las condiciones favorables para el estrés, ahora debería crear las condiciones favorables para la salud.

Progresivamente empecé a escuchar con atención los mensajes interiores, la manifestación de mis necesidades. Mis recomendaciones: Brinda un gesto de amor, llama a tus seres queridos, toma atención a los detalles.

La vida transcurres sumamente rápido, nada había cambiado externo a mí, el ruido, el trafico, el calor, la gente odiosa, las aglomeraciones, el trabajo exigente, la familia,todo era igual. Podemos usar la mente para disminuir la energía que ella misma crea, la tensión nerviosa no se debe a los acontecimientos sino a la forma como los enfocamos. Podemos cambiar nuestras expectativas, ser menos rígidos con nosotros mismos, aceptar lo que no puede ser cambiado. Podemos aprender habilidades que nos ayuden a salir adelante, establecer prioridades, buscar soluciones a nuestros problemas, en vez de recurrir automáticamente a las muletas del estrés: alcohol, sexo, drogas, comida, televisión, cigarrillo.

Aun sé que voy a tener más episodios como los que tuve, pero ya tengo un plan para enfrentarlo, he realizado una transición lenta hacia una nueva etapa. Y si a pesar, de todo sufro por exceso de estrés, debo estar alertas a sus síntomas (cambios de la forma como nos sentimos, nos comportamos, nos desempéñanos, desánimos, ) y buscar ayuda profesional, sin demora.

Hacia principios de año, deje de sentirme inútil e inválido emocionalmente. La asfixiante depresión se ha marchado y he vuelto a trabajar. Estuve dispuesto a desprenderme de pensamientos sombríos. Mi manera de ver el mundo ha cambiado, la persona que quiero ser es muy diferente a la que era, ahora soy distinto.

Cada día sigo combatiendo a la ansiedad y lo seguiré haciendo el resto de mi vida. El control del estrés es la verdadera medicina preventiva: simple y eficaz.

Estoy dispuesto a abrirme al mundo tanto exterior como interior, estoy dispuesto a cambiarme de casa y comprarme un carro, a conseguir al amor de mi vida, listo para descubrir las oportunidad que subyacen ahí, donde la familiaridad no me dejaban ver.

Desde luego esta nueva vida también me causara estrés, una feliz tensión nerviosa por cierto.
Pero he mejorado en el arte de disfrutar los pequeños momentos de la vida.

Andrés Elías

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